LOS OLVIDADOS

Hoy no huele a primavera, esta muerte

que aprieta las conciencias, que le grita a la vida,

con naranjos que sangran en la tarde, mientras el azahar

llora su silencio, esperando un sueño agazapado

donde sembrar su pena, en esta niebla

sin estrellas, sin esperanza, con que ganar la batalla

a este enemigo que despliega su luz inaudita

con gotas de sangre, con ardiente tristeza

a orillas del sufrimiento, con esa brutal carcajada

del que mata a traición, en una agonía

callada y desdibujada.

Hasta a Dios le cuesta

vencer a este maldito demonio,

que nos muerde la conciencia,

como un volcán de fuego

lanzando su lava sin ser nunca visto,

columpiándose sin prisa en la cal de las paredes,

haciendo temblar con su amargor y su locura

tanta sonrisa olvidada, tanta dulzura perdida,

tanta muerte escupiéndole a la sangre,

sin dejar ninguna huella,

solo un reguero de muertos

en este amargo jardín de un Marzo amanecido.

Porqué, Señor, porqué,

se van marchando mujeres, hombres, niños,

con su muerte a cuesta,

con su esperanza ya olvidada en el tiempo,

sin conocer ya más, ya nunca más

el crepúsculo azul

de Tu misericordia.

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Aquella tarde
se te apagó la voz
sentada a orillas de tu pena,
ahora que la partida presentida
flotaba en el aire como un sueño,
deshojando las horas que quedaban
para empujar los últimos recuerdos
a ese manantial desnudo de esperanzas,
viento sin luz que alborota mi sangre
hacia el miedo agrio del olvido.

Me sentí de golpe esclavo de tus besos,
mientras tu cuerpo temblaba
en la furia endemoniada del deseo,
deslizándome por esa oscuridad
de un mundo nuevo sin tus ojos, con tus pasos
recorriendo caminos en el umbral caliente
de la gran ciudad, sonámbulo y desnudo
por las heridas perdidas en el tiempo.

Como un relámpago de fuego
se pegaban tus piernas a las mías,
como un grito hambriento de lujuria
que hizo temblar con furia
tu inocencia, tu virtud y tus proyectos.

Aquella noche me perdí asustado y vencido
por la lluvia de tu ausencia
golpeándome en la sangre,
añorando tu sonrisa valiente
en la orilla mas cruel de los recuerdos…

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Todavía recuerdo aquél crepúsculo
como una eternidad quemándonos la sangre,
cuando las últimas olas
bañaban nuestros cuerpos,
cuando tus recuerdos temblaban
como hojas de un otoño oscuro y solitario
quedándose perdidos por la arena,
despeinándose de golpe con la furia del viento
para trepar de nuevo el árbol del olvido.

Como un torbellino preguntabas perdida
por aquél beso olvidado que dejamos
en una roca cualquiera, en una caracola
oculta entre la arena, pero que no podías
subírtelo a los labios del recuerdo.

Y seguías luchando
por la bahía abierta de la noche,
buscando todo el amor que tejimos
por la ausencia perdida
de otro tiempo.

Seguiré buscándote
junto a este mundo de sueños
perdidos por la arena,
hasta que se me nuble la sonrisa,
hasta que me duelan los parpados
de buscarte entre los rescoldos
de un fuego que seguirá siempre vivo,
mordiéndome la carne por la terrible niebla
de no verte.

Te seguiré esperando
entre las olas de siempre,
con tu último beso
alumbrando el caminito que me lleve
hasta el fresco manantial de tu alegría…

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Cientos de mujeres
bañando su tristeza
en las playas azules del recuerdo.
Volvían con su pena prendida
en la solapa agria del olvido,
con su llanto golpeando las cenizas
de aquella oscura adolescencia, noches
para escupir el hambre, donde morderse
la sangre por el fango de una libertad
envejecida en el tiempo,
fantasma mordiéndole a los miedos
de ese fuego perdiéndose en sus pechos.

Y es que esa libertad rebelde y temblorosa
es un juego perdido ya en el tiempo,
tormenta que oculta en los rincones
todo un mundo de promesas para otros,
esa niebla que escupen los cristales
como lluvia de sueños, hechos tan solo
con miseria y podredumbre para estas mujeres
perdidas entre el hambre y la miseria.

Será mejor poner rumbo hacia esa muerte
teñida de turbias soledades, con las sonrisa
mordiéndole los labios y las crudas palabras,
hasta que venga Dios con su magia y su lluvia
de ternura siempre viva,
que les abra la puerta como relámpago de luz
a esa orilla de sueños que todas vienen buscando
entre la nostalgia y la melancolía, huyendo siempre
de se endemoniado mundo que no quieren para nadie.

Que esta tormenta de luz
alumbre los ojos del mundo, dejando tanta ceguera
en la bahía cansada de los tiempos…….

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En la torre de la iglesia
nos amamos por última vez
aquella primavera,
con la sangre enredada
entre campanas y sueños,
mientras tu sonrisa ausente y lejana
se perdía entre la magia del pueblo,
con su lluvia torpe de recuerdos.
Cada hora era como un grito
mordiendo con furia mis entrañas,
mientras la nostalgia buscaba sin rumbo
el hambriento balcón de la esperanza,
luz para alumbrar un mundo
que la ciudad pisoteaba sin notarlo,
dejándome huérfano de tu amor
por esa avenida fría de la ausencia,
que me sabe a llanto a cada paso
en este pueblo que me sube por la sangre,
mientras se va perdiendo sonámbulo
en tu olvido.
Veo como brilla la ciudad
entre la niebla,
es como un faro encendido, siempre alerta
para quemar tardes y promesas
en la hoguera ardiente de tus ojos,
en esta muerte oscura que nos trae
la prisa y el pan de cada día…….

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Aquel mes de Mayo, mes de sueños, de jazmines,
arañando minutos a la tarde
volvíamos de pasear, por nuestra acera
encantada, por esa calle llamada de la copla,
sonámbulos por la luz embrujada
de sus blancas paredes, con esa cal que alumbraba
tu sonrisa, la huella de un pasado salobre,
pero que hoy es como un cántaro de agua fresca
en una esquina cualquiera
de este Pueblo del Sur, donde Dios ha querido
que la luz brille desnuda de secretos,
donde los silencios se hagan eternos para siempre,
para que las despedidas
sean solo nublados pasajeros,
para que en los atardeceres
gritemos nuestro amor
por caminos desnudos de pobreza.

Con la palabra libertad golpeándonos
el pecho con una clara promesa de esperanza,
no como aquella vieja canción
que atormentaba los sentidos,
náufragos en un mar de locura que nos dejaba
dormida las entrañas,
gritando por despeinadas calles de aquella ciudad
donde me partía el alma entre luchas y libros,
para alcanzar un mundo mejor, donde sentirnos
hombres para siempre.

Pero ahora que “ Libertad “ es el nombre
-avispero de voces antes enmudecidas por el odio-
de este pueblo enredado por mi sangre, perdido
entre olivares y sueños, Arcos en la lejanía,
con mi presencia siempre ausente,
pero siempre viva
por el deambular diario de sus calles.

Calles sembradas de muerte en otro tiempo,
encalando con sangre sus paredes,
sin dejar de labrar su tierra luminosa,
dejando el rencor limpio de sospechas,
anclado de nuevo en la calida bahía
rebosante de promesas, para caminar
por el sendero afortunado del regreso
a aquel banco de la plaza, de nuestra plaza,
de la piedra oscura por batallas perdidas,
sin olvidar las ganadas por este amor tan nuestro,
eterno para siempre, amarilla verdad
que alumbra ese viento agrio
de una paz siempre cansada en el olvido,
por nuestros amigos de siempre,
por aquella fina lluvia
que nos trajo un tiempo nuevo,
ardiente y añorado,
espejismo de lo que un día quisimos, ritual
que a escondida hicimos florecer,
regando con nuestra sangre
el jardín silencioso de nuestra locura.

Tendré que envejecer nadando solo
por el amplio mar de de mi fantasía,
por la magia madura de una vida
hecha cenizas,
En esta cárcel cruel de la utopía.

Publicado el por Manuel J. Sánchez Mariscal | Deja un comentario

Cuando pienso que algún día
tengo que marcharme, cuando la luz
se oscurece poco a poco en la mañana,
cuando la vida es un suspiro
en las oscuras tinieblas de la tarde,
cuando las campanas de la iglesia
sean solo una nostalgia amarga
en la distancia, cuando las últimas citas
en la plaza sean solo una pagina amarilla
perdida en los recuerdos,
tomaré mi mochila cargada de versos,
para acercarme hasta la fuente cristalina
donde dejar mis dudas, mis sueños, mis palabras.

Por eso me agarro al despertar de una sonrisa,
como rescoldo caliente de esta voz
que todavía grita por el agrio manantial
de la verdad primera, en el umbral cansado
de esta soledad que hoy se me antoja
fuego ardiente para este oscuro llanto
que tanto sabe de promesas incumplidas,
que camina descalzo y solitario
en busca de esa otra voz
abrumada por el tiempo,
a orillas de un mundo enfurecido
por el cansancio brutal que nos golpea,
cuando el amor se muere entre el sudor
y las batallas perdidas,
cuando el crepúsculo hace vibrar
hasta el último beso anclado en un pasado
donde la luz brillaba en cada rincón, en cada esquina,
de esta Andalucía que quema mis entrañas,
que es relámpago temprano , fuego de un tiempo
al que no renuncio, al que me abrazo
en las frías noches de este noviembre desnudo
que viene rondando mi fatiga, mi tristeza
perdida en el pozo cruel de la desesperanza,
por esa oscuridad que siempre me lleva
hasta el volcán endemoniado de tu nombre,
como una carcajada brutal hiriéndome de muerte
por el caminito sombrío del recuerdo.

Déjame un libro, un beso perdido
en algún rincón oculto de tus sueños,
o quizás en el baúl enloquecido de tu olvido.

Desterrar esta agria locura que me acosa
en el despertar rebelde de mis noches,
que muerde en silencio
la ternura violenta de tus ojos,
el aroma todavía tan vivo de tu cuerpo,
la misteriosa belleza de tus pechos,
navegando en silencio
por la bahía ardiente de mi fantasía.

Publicado el por Manuel J. Sánchez Mariscal | Deja un comentario

Yo se que tu tenías la puerta
siempre abierta a la esperanza,
que alumbrabas tus silencios
entre las páginas vivas de un libro
cualquiera, que vivías las tormentas de otoño
como un claro amanecer de primavera,
con su olor a azahar, con sus notas de colores,
con esa alegría desbordante de niños
corriendo por los patios, con jazmines prendidos
en ese pelo tuyo que hacia temblar
toda esa inocencia herida por bailes y verbenas,
adormeciendo el grito de ese rescoldo agrio
que en la soledad te quemaba la sangre y la convertía en fuego
a la deriva en ese río de lava
que hacia temblar toda tú belleza lejana y olvidada.

Cómo es posible pasar de tanta claridad
a tanta sombra?, a esa hoguera de palabras crueles
que va quemando hasta el más tierno suspiro.

Algunas tardes salías al portal de tu casa
con tus cansados ojos azules proyectando soledad
por la blanca cal de las paredes, columpiándote en las sombras
tras los agrios cristales del olvido, sin sueños, sin promesas,
para deambular por ese caminito olvidado en el tiempo
que tú ya sabes que no te pertenece, bañándote por ese río
de lagrimas que te quema y te muerde las entrañas.

Tengo que decirte que tú no tienes compañero,
Que esa voz salobre
no es más que un demonio enfurecido que te va enredando
por rincones y anónimas palabras,
que te va haciendo naufragar
más cerca cada día de tu corazón envejecido,
ribera de esos sueños que la vida ha ido tejiendo
por el fango de una muerte presentida.

Publicado el por Manuel J. Sánchez Mariscal | Deja un comentario

Recuerdo aquellas tardes
en el hall transparente de tu casa,
perdidos en la magia dorada de las sillas,
acariciando la despierta mirada
de tus ojos, el alegre aletear
de tu cuerpo y el mío, la vida reflejada
en el viejo y solitario espejo
que tu abuelo trajo-nos decía tu madre-
de uno de sus largos viajes
por el sediento túnel del sueño y la esperanza.

Mientras, la pasión temblaba
en la intimidad desnuda y caprichosa
en esa tímida hora de la siesta.

Tus pechos se encendían
A orillas de mis manos,
me mordían la sangre y me dejaban
madrugar en el ardiente abismo
de una oscuridad que acosa los sentidos,
con tu cara embrujada y el oído
pendiente del último ronquido
de tus padres, sintiendo que la sala de estar
se estremecía lejana y solitaria,
muy lejos de este mundo desatado
por el fuego y el amor, que tu y yo
conjugábamos en el espejismo apasionado de la tarde,
mientras el invierno triste y solitario
golpeaba con fuerza en los cristales.

Quisiera envejecer esta tarde
con tu cuerpo y tus palabras torpes
alumbrando tanta dicha, soñando que este beso
que dibujas en mis labios,
no sea nunca un recuerdo amarillo
en la soleada buhardilla de tu olvido.

Publicado el por Manuel J. Sánchez Mariscal | Deja un comentario