Hoy no huele a primavera, esta muerte
que aprieta las conciencias, que le grita a la vida,
con naranjos que sangran en la tarde, mientras el azahar
llora su silencio, esperando un sueño agazapado
donde sembrar su pena, en esta niebla
sin estrellas, sin esperanza, con que ganar la batalla
a este enemigo que despliega su luz inaudita
con gotas de sangre, con ardiente tristeza
a orillas del sufrimiento, con esa brutal carcajada
del que mata a traición, en una agonía
callada y desdibujada.
Hasta a Dios le cuesta
vencer a este maldito demonio,
que nos muerde la conciencia,
como un volcán de fuego
lanzando su lava sin ser nunca visto,
columpiándose sin prisa en la cal de las paredes,
haciendo temblar con su amargor y su locura
tanta sonrisa olvidada, tanta dulzura perdida,
tanta muerte escupiéndole a la sangre,
sin dejar ninguna huella,
solo un reguero de muertos
en este amargo jardín de un Marzo amanecido.
Porqué, Señor, porqué,
se van marchando mujeres, hombres, niños,
con su muerte a cuesta,
con su esperanza ya olvidada en el tiempo,
sin conocer ya más, ya nunca más
el crepúsculo azul
de Tu misericordia.