Aquella tarde
se te apagó la voz
sentada a orillas de tu pena,
ahora que la partida presentida
flotaba en el aire como un sueño,
deshojando las horas que quedaban
para empujar los últimos recuerdos
a ese manantial desnudo de esperanzas,
viento sin luz que alborota mi sangre
hacia el miedo agrio del olvido.

Me sentí de golpe esclavo de tus besos,
mientras tu cuerpo temblaba
en la furia endemoniada del deseo,
deslizándome por esa oscuridad
de un mundo nuevo sin tus ojos, con tus pasos
recorriendo caminos en el umbral caliente
de la gran ciudad, sonámbulo y desnudo
por las heridas perdidas en el tiempo.

Como un relámpago de fuego
se pegaban tus piernas a las mías,
como un grito hambriento de lujuria
que hizo temblar con furia
tu inocencia, tu virtud y tus proyectos.

Aquella noche me perdí asustado y vencido
por la lluvia de tu ausencia
golpeándome en la sangre,
añorando tu sonrisa valiente
en la orilla mas cruel de los recuerdos…

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